Corresponsal de guerra
Desde la Antigüedad clásica, la guerra ha sido contada y representada de mil modos. La Anábasis de Jenofonte es un espléndido reportaje de guerra. Cuando Julio César escribía la Guerra de las Galias la hacía llegar por entregas a Roma para que sus agentes multiplicasen las copias y así se acrecentase su prestigio en la Urbe. A lo largo de la historia del periodismo podemos asistir a una íntima relación entre guerra y medios. Estos no son solo instrumentos de propaganda en el más amplio sentido del término, sino que también se ven beneficiados por ello. Por ejemplo, los periódicos neoyorquinos multiplicaron sus tiradas y se consolidaron durante la Guerra de Secesión estadounidense. La CNN se convirtió en lo que es hoy gracias a la Guerra del Golfo. Durante la Guerra Hispanoamericana de 1898, William Randolph Hearst, magnate de la comunicación estadounidense, ordenó a uno de sus corresponsales en La Habana que permaneciera allí, y él mismo le mandaría una guerra que cubrir.
El gran cambio en la forma de contar los conflictos se produjo como consecuencia de la Guerra de Vietnam (1958-1975). Hay que tener en cuenta que desde finales de los sesenta hasta 1972 el promedio de bajas era de 100 muertos por día. En este conflicto el Gobierno de los Estados Unidos dio permiso a un gran número de prensa libre para acceder al campo de batalla. La televisión, hasta entonces ausente, permitió que las historias contadas en la prensa o la correspondencia resultaran creíbles. Se veían imágenes a cuenta gotas, pero creíbles (de 1965 a 1975 las grandes cadenas de TV de USA solo dedicaron el 3% de su tiempo a la guerra).
El siglo XXI ha sido una época marcada por el boom de las imágenes de guerra en los medios de comunicación. Esta afirmación llega hasta tal punto que, durante los atentados del 11 de septiembre, la cadena CNN mantuvo «una programación especial sin precedentes de 141 horas de emisión ininterrumpida, casi seis días, sin publicidad ni programas habituales en la programación del canal». Tras esto, comenzaron a difundirse videos de Osama Bin Laden en los medios de difusión. A pesar de que la Consejera de Seguridad Nacional de los EE. UU., Condoleezza Rice, dictó una orden de supresión sobre los medios estadounidenses para que no se presentaran imágenes del terrorista sin permiso previo de la Administración, éstas continuaron apareciendo en los principales informativos.
La creciente proliferación de imágenes violentas en los medios audiovisuales parece responder al hecho de que la violencia vende. Como afirma el psiquiatra Luis Rojas Marcos, «desde los principios de la civilización en casi todas las culturas, el hombre ha sentido fascinación por los relatos y escenas de violencia».
El gran cambio en la forma de contar los conflictos se produjo como consecuencia de la Guerra de Vietnam (1958-1975). Hay que tener en cuenta que desde finales de los sesenta hasta 1972 el promedio de bajas era de 100 muertos por día. En este conflicto el Gobierno de los Estados Unidos dio permiso a un gran número de prensa libre para acceder al campo de batalla. La televisión, hasta entonces ausente, permitió que las historias contadas en la prensa o la correspondencia resultaran creíbles. Se veían imágenes a cuenta gotas, pero creíbles (de 1965 a 1975 las grandes cadenas de TV de USA solo dedicaron el 3% de su tiempo a la guerra).
El siglo XXI ha sido una época marcada por el boom de las imágenes de guerra en los medios de comunicación. Esta afirmación llega hasta tal punto que, durante los atentados del 11 de septiembre, la cadena CNN mantuvo «una programación especial sin precedentes de 141 horas de emisión ininterrumpida, casi seis días, sin publicidad ni programas habituales en la programación del canal». Tras esto, comenzaron a difundirse videos de Osama Bin Laden en los medios de difusión. A pesar de que la Consejera de Seguridad Nacional de los EE. UU., Condoleezza Rice, dictó una orden de supresión sobre los medios estadounidenses para que no se presentaran imágenes del terrorista sin permiso previo de la Administración, éstas continuaron apareciendo en los principales informativos.
La creciente proliferación de imágenes violentas en los medios audiovisuales parece responder al hecho de que la violencia vende. Como afirma el psiquiatra Luis Rojas Marcos, «desde los principios de la civilización en casi todas las culturas, el hombre ha sentido fascinación por los relatos y escenas de violencia».